Había una vez una serpiente que vivía en una cueva en medio del campo. Los niños que llevaban sus vacas a pastar lo sabían, y ninguno quería pasar por allí porque ¡cómo mordía este animal! Y su veneno mataba.
Cierta vez llegó al lugar un joven brahmachari, que es una persona que se prepara para ser monje. La serpiente enseguida salió para morderlo, pero, frente a él perdió su ferocidad y quedó encantada por su dulzura. Él le dijo:
__” Bien, amiga mía, ¿ querés morderme ? “
Ella, avergonzada , no dijo nada. Entonces el brahmachari agregó:
__” Escuchá con atención, te enseñaré algo muy importante: cada día orá a Dios y llamalo con cariño. De ese modo aprenderás a amarlo y ya no serás tan feroz. No te olvides , y no dañes a nadie . Volveré a visitarte “.
Él se fue y ella, rezando y llamando a Dios continuamente, se sintió muy contenta y ya nunca más quiso morder a las personas.
Pronto todos supieron que la serpiente ya no mordía. Entonces, algunos comenzaron a molestarla, y le tiraban piedras o la arrastraban de la cola. ¡ Pobrecita ! Tenía mucho miedo de salir de su casa para comer, así que fue adelgazando y sintiéndose cada día más triste.
Afortunadamente, después de un tiempo, el joven volvió a pasar por el lugar. Se encontró con ella, y viéndola tan golpeada y arruinada quiso saber qué le había pasado.
La serpiente le dijo:
__” Señor, siguiendo sus enseñanzas no he hecho daño a nadie. Y como ahora ya no soy peligrosa los muchachos me maltratan “.
__” Querida amiga “__ contestó el brahmachari sonriendo__” Yo te aconsejé que no mordieras a nadie, pero no te pedí que dejaras de silbar. Porque silbando podés asustar a la gente y así ya no se te acercarán para lastimarte. ¿ Entendiste ? ”
__” ¡ Sí sí ! Muchas gracias “__contestó la serpiente. Y desde ese día silbó para defenderse, siguió recordando y rezando a Dios y vivió feliz en su escondida cueva.
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Asimismo nosotros podemos buscar una forma de protegernos sin hacer daño a nadie. Entonces todos nos respetarán.