La hormiga y la colina de azúcar

La Srta. Hormiga vivía en un gran hormiguero. Tenía todas las comodidades, hasta muchos
libros de hojas de naranjo en la biblioteca.

-”¡Qué inteligente soy! “- dijo la hormiga -”Yo sé de todo y lo puedo todo, hasta decirte cómo es Dios. Ahora no te lo explicaré porque me voy; tengo mucho que hacer.

Ese día resolvió salir sola y no en hilera con sus hermanas. Caminó por aquí, subió más allá y, de pronto, ¡sorpresa! ¡una colina de azúcar! ¿Hay algo más rico en este mundo? Esa colina tan dulce, tan blanca, tan suave…


Entonces trepó, se hundió, la recorrió de abajo para arriba y de arriba para abajo. Hasta que ¡glup! Se tragó un granito de azúcar. Exquisito.

-”Bien, bien, muy bien”-dijo la Srta. Hormiga -”Hoy llevaré a casa otro granito, pero mañana trasladaré toda la montaña”.

Llegó a su casa, se comió el otro granito y se fue a dormir. Muy contenta. Mañana traería al hormiguero toda el azúcar. Apagó la luz y…¡buenas noches!

Como vemos la Srta. Hormiga era tan atolondrada que creía poder cargar una colina de azúcar en su espaldita, y hasta decirnos cómo es Dios.

También, en el mundo, hay gente confundida como ella que se cree capaz de explicar todo, absolutamente todo sobre Dios. Pero no pueden.


El tejedor y la voluntad de Rama

En cierta aldea vivía un tejedor que vendía sus telas en el mercado. Era un hombre muy religioso que adoraba a Dios en la forma del Señor Rama.
 

Cuando le preguntaban el precio de una tela decía:
-” Por la voluntad de Rama, el hilo para tejer la tela cuesta 1 rupia “. (1)
-” Por la voluntad de Rama, el trabajo vale 4 annas “.
-” Por la voluntad de Rama, la ganancia es de 2 annas “.
Y sumaba :         

                  1          1 rupia
           +     0,4       4 annas
                  0,2       2 anna
s

              ________
                  1,6   
  
Ilustrado por Juan Manuel Tavella
- ” Por la voluntad de Rama,”explicaba “,  El precio total de la tela es de 1 rupia con 6 annas”.
Una  noche, como todas las noches  después de la cena, el tejedor se sentó en la vereda de su casa a repetir el nombre de Dios.
En ese momento, pasó una banda de ladrones y se lo llevó. Los ladrones robaron muchos objetos de una casa y obligaron al pobre hombre a cargarlos. Pero llegó la policía; los ladrones escaparon, y el tejedor fue apresado y encerrado en una celda.
 

Al otro día lo llevaron ante  el juez. Cuando el juez le pidió que contara lo ocurrido, el tejedor dijo:
-” Señoría, por la voluntad de Rama, unos ladrones me llevaron con ellos y me hicieron cargar cosas robadas. Por la voluntad de Rama, llegó la policía y me apresó. Por la voluntad de Rama, estoy ahora en su presencia “.
El juez, viendo que el tejedor era inocente, ordenó que lo pusieran en libertad.
Al salir, dijo a sus amigos: “ Por la voluntad de Rama, me han soltado “.

El tejedor era un hombre que tenía mucha fe en Dios y sabía que todo ocurre por Su Voluntad.
                             



1- Rupia y anna : dinero de la India

      

La ranita que vivía en un pozo

Había una vez una rana que vivía en un pozo. Allí había nacido y no conocía ningún otro lugar.

Un día, otra rana, que había vivido al lado del mar, pasó por ahí y cayó en el pozo.
Nuestra ranita le preguntó a la recién llegada:
-”¿ De dónde venís ? “.
La rana del mar contestó:
-” Vengo del mar”.
La rana del pozo preguntó:
-” El mar, el mar… ¿es grande?”.
La rana del mar respondió:
-” El mar es algo muuuy grande”
La rana del pozo estiró sus patas y dijo:
-” ¡ Ah! ¿Tu mar es así de grande?”

La rana del mar contestó:

-” Es mucho más grande”.
La rana del pozo saltó de un lado al otro y preguntó:
-”¿ El mar es, tal vez, tan grande como mi pozo?”.-” Amiga mía”- dijo la rana del mar- "¿ Cómo podés comparar el mar con tu pozo?”.
Entonces, la rana del pozo dijo con mucho orgullo:
-”¡ No! no puede haber ninguna cosa más grande que esto. Me parece que sos una mentirosa”.

-”¡ No soy mentirosa!”-exclamó la otra rana- ”Y si fueras menos orgullosa, te llevaría a conocer el mar”.

“ Ranita: siempre hay algo nuevo que nunca vimos, que nunca probamos, que no sabemos y sí podemos  aprender de los otros. Y vuelvo a decirte: el mar es más grande que tu pozo”.


Los ciegos y el elefante

Cuatro ciegos habían escuchado decir que los elefantes son unos animales hermosos, buenos y muy, muy inteligentes. Pero ¿cuál sería su forma ¿Así que se reunieron con el propósito de examinar a uno de ellos. Lo tocarían, que es un modo de conocer para quienes no tienen el don de la vista.

Una vez frente al animal, el primer ciego tocó una pata del elefante y dijo:
-"El elefante es como un pilar".

Otro, que sólo había tocado la trompa, expresó:
-” El elefante es como un grueso bastón “.

El tercer ciego acarició una oreja del animal y aseguró:
-” El elefante es como un gran abanico “.

El cuarto palpó la barriga y entendió que el elefante es como un gran tonel.

¿Quién tenía razón?



Discutieron mucho, a los gritos, acerca de la forma del elefante. Cada uno creía saber cómo es exactamente. Hasta que un hombre, escuchándolos discutir, les dijo:


 -” Señores, ninguno de ustedes ha visto la totalidad del elefante. Él no es sólo sus patas, orejas, barriga o trompa. Él es una combinación de todas esas cosas y mucho más”.

También nosotros somos ciegos con nuestras creencias, sin entender que nunca conocemos la totalidad de una cosa. Siempre pensamos que tenemos razón y hasta peleamos por eso. No tomamos en cuenta que todos podemos tener un pedacito de la verdad.


Fe en Dios


Ilustrado por Juan Manuel Tavella


En la casa de una familia había una capilla; en la capilla, un altar y en el altar, una imagen de
Dios. Cada día había que rezar y convidarla con ricas comidas. Es costumbre, en la India, ofre
cer a las imágenes los alimentos que se cocinan en la casa. De esta tarea se encargaba el padre
de la familia.

Cierta vez, el papá , que había tenido que salir, dejó a su hijito más chico para que atendiera
a Dios llevándole sus alimentos. Así lo hizo el niño. Colocó delante de la imagen varios
platitos con arroz, verduras, lentejas y también pastelitos de dulce. Luego quedó en silencio
esperando que Dios bajara a comer. Pero el Señor no bajó. El muchacho, muy preocupado, le
rogó: “¡Oh, Señor, por favor comé, por favor comé ¡” Esto se repitió una y otra vez, hasta que
el muchachito se puso a llorar, diciendo:
 

-”¿Por qué, Señor, no querés comer la comida que te traje? Mi papá me dijo que debía
alimentarte. ¿Por qué no te gusta mi comida?”

Con mucha tristeza secó unas lágrimas que corrían por sus mejillas. Pero cuando levantó los
ojos se puso muy contento: el Señor, sentado, estaba comiendo con mucho apetito.

Ni bien salió el niño de la capilla, la mamá y sus hermanos le pidieron que trajera la comida del
altar.

-”No quedó nada”- dijo el muchacho - “El Señor se ha comido todo”.

Ellos entraron a la capilla y quedaron mudos de sorpresa. Los platos estaban vacíos. Ninguno
de ellos había visto al Señor bajar en persona a comer. Nunca.

¿Qué había pasado? : que Dios apareció cuando alguien creyó, como este niño, con mucha
seguridad, con todo su corazón, con fe, que esto podía suceder.